Eduardo F. Bianchi
Primer premio categoría “Galardón de Oro”.
Club de Leones Liniers Concurso “Historias de Inmigrantes” junio de 2011
Club de Leones Liniers Concurso “Historias de Inmigrantes” junio de 2011
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La fiesta de fin de año llegaba a su apogeo. 1929
moría. En pocas horas, la nueva década llegaría con promesas de grandes avances
en todas las ciencias. La medicina estudiaba nuevas drogas para combatir las
infecciones, las transmisiones telegráficas sin cable y las radiales infundían
renovados bríos a las comunicaciones, se incentivaba la fantasía de los pintores
futuristas con tantas novedades, los rascacielos, los automóviles, los escritores
socialistas y anarquistas ardían con las nuevas ideas sociales, los gigantescos
transatlánticos, los zeppelines acercaban los mundos, los aeroplanos eran realidades
que día a día traían progreso y velocidad en los viajes; todo esto era motivo
de ardorosos debates entre los jóvenes del bachillerato de la escuela Del Santo
Nombre de Dios, en Messina, Sicilia. No obstante, Margherita, hermosísima hija
de don Vitto Musante no participaba de ellos. Desde un rincón del salón sus
negros y profundos ojos seguían la varonil figura de Totonno, el hijo mayor de
don Benedicto Zingale. Totonno,
visiblemente turbado por el acechar felino de Margherita, distraía su atención como
si le interesaran las molduras de yeso del techo. No obstante no pudo impedir
que en un momento se cruzaran sus miradas. Totonno sonrió tímidamente. Fueron
segundos manteniéndose las miradas, pero suficientes para crear un mundo de
interrogantes amorosos. No tardaron en estar uno frente al otro. Totonno, en un hilo de voz, producto de su
emoción le dijo, comiéndola con los ojos
- ¿La
puedo invitar a tomar un refresco mañana a la tarde?
Margherita, normalmente tímida, acercó su
cara a la de Totonno. Fue un momento hermoso y sugestivo. A punto estuvieron de
besarse. Ella, con un hilo de voz y el rubor adornando su bella cara, le dijo…
-Encantada, mañana a las 17 horas nos vemos
en el atrio del templo.-
Al día siguiente, ambos con signos de haber
dormido poco, se encontraron a la hora establecida y pasearon por los jardines
del parque próximo. Margherita le dijo a Totonno que su madre estaba enterada
de esa cita y que la había aprobado. Totonno estaba loco de contento y, por qué
no, enamorado hasta los huesos. Pasearon tomados de la mano y finalmente se
despidieron al abrigo de unos arbustos. Anhelantes, Margherita y Totonno
sellaron su amor dándose los besos mas prolongados y profundos. Sin duda era un
amor que estaba destinado a perdurar. No obstante, así es la vida, algo vino a
perturbar el futuro de ese amor. La vida suele ser cruel. Pocos días después, y
como consecuencia de una amenaza de vendetta, los Zingale se vieron obligados a
irse de Sicilia con rumbo desconocido. Margherita y Totonno, encontrándose por
última vez, lloraron desconsoladamente y se prometieron amor eterno. Totonno
tomando su cortaplumas cortó la yema del dedo pulgar e hizo lo mismo con el de
Margherita. Juntando ambos mezclaron su sangre y mancharon también sus labios con
sangre para sellar con un beso la promesa. Fue un largo beso, …como para
detener el tiempo…con un pacto de sangre.
Los primeros meses no hubo contacto entre los
enamorados, pues se exponían a que la mafia se enterara del nuevo destino.
Luego Totonno envió la primer carta bajo el nombre de un pariente que poseía
una casilla postal. Margherita, mas enamorada que nunca contestó inmediatamente
la carta y agregó pétalos de las rosas que crecían en la terraza de su casa y
que tanto le gustaban a Totonno. Poco tiempo después, don Vitto, en un extraño
episodio que hacía sospechar una vendetta, murió. Doña Rossa no lo soportó y dos meses mas tarde
también falleció. Margherita quedó sola en la casona. Su hermana estaba casada
y tenía su casa en otra ciudad. Entonces su tía, la hermana de Rossa se la
llevó consigo para que no viviera sola. En la nueva casa, ocupó un cuarto
diminuto y sombrío con una única ventana elevada. Allí los días pasaban como si
se hubiera tendido un manto espeso sobre el cielo y no apareciera mas el sol.
Margherita se iba deprimiendo día a día. No tenía noticias de Totonno desde
hacía mucho tiempo por cuanto él había interrumpido el diálogo epistolar, por
miedo a que la mafia lo detectara. Así pasaron ocho años. Aires de guerra
presagiaban tiempos difíciles para Italia. La tía de Margherita, preocupada por
los graves sucesos, temía que la edad de ella, 23 años fuera un inconveniente para
conseguir novio y casarse, a fin de que si algo le sucedía a ella quedara
protegida. Por eso para pedir consejo habló con un sacerdote amigo. Sin ambages
le contó del asedio del hijo del capo mafia de Messina. Juntos llegaron a la
conclusión de que era mejor que dejara el país y para eso debía casarse con
alguien que viviera en América. El cura tenía varios interesantes. Pero de los
posible candidatos el mas interesado en tener una esposa italiana era Fabrizio
Lucatti, de la misma edad de Margherita. Mandó una foto poco clara. Lo que si
estaba suficientemente claro era su deseo de casarse pronto pues envió un
pasaje en primera clase para Margherita y dinero para gastos, ajuar, etc.
Margherita, hasta ese momento al margen de todo, fue enterada por su tía. Tuvo
un momento de desesperación al enterarse de todo lo tramado y se puso a llorar
desconsoladamente. La tía, para calmarle le explicó que si el país entraba en
guerra, su soltería quedaría muy expuesta. Pero esto del casamiento era una
aventura desesperada que no sabía como iba a terminar. El máximo problema era su
amor por Totonno. Sin que su tía lo supiera, envió una carta al enamorado
Fabrizio Lucatti, hablándole de su amor por Totonno. Al poco tiempo recibió una
carta en respuesta urgente. Fabrizio le decía que eso no le importaba y que
sabría comprenderla si lo rechazaba cuando llegara el momento de conocerse. Las
palabras eran convincentes y denotaban un buen corazón. Margherita lo pensó y
convencida favorablemente, una semana después estaba sobre el barco. El viaje
fue muy placentero, el transatlántico era de primera línea y la atendieron magníficamente.
Después de navegar mucho llegó a Buenos Aires. El novio no fue a esperarla al puerto.
Un chofer le informó que estaba reponiéndose de una gripe y que le pedía disculpas.
Luego la llevo a una casona hermosa en un barrio residencial. Algunos
sirvientes se adelantaron para atenderla y la instalaron en una habitación
soleada que daba a un jardín. Al día siguiente trajeron el desayuno junto con
un ramo de rosas rojas iguales a las que ella cultivaba en Italia. Las
acompañaba una tarjeta que decía…”Para la mujer mas hermosa de Messina”
FL. PD: Espero ponerme bien pronto. Dos
días después otra tarjeta decía…”Hoy nos conoceremos en la cena, salvo el
personal que nos sirva, estaremos los dos solos para decidir nuestros
destinos”. Con el mayor de los respetos y un profundo amor…FL.
Esa noche, un hermoso traje comprado
especialmente y zapatos italianos la esperaban sobre la cama en la habitación
contigüa al baño. Se puso ambos. Luego dos mucamas la peinaron y maquillaron como
una reina. Cuando pasó al comedor, encontró una enorme y hermosísima sala
repleta de rosas rojas. Sentado en la cabecera de la mesa había un hombre muy
elegantemente vestido. Al verla se levantó y fue hacia ella. Margherita quedó
demudada. El hombre era Totonno, su Totonno. Se abrazaron y besaron
incansablemente. Tanto sigilo le dijo Totonno era para que no se enterara el
capo mafioso de Messina. El sabía de su asedio amoroso hacia Margherita. Se
quedaron horas haciendo planes y bendiciendo a esta tierra generosa que los
había acogido y donde sin duda fundarían un hogar fructífero al amparo de un
amor fuerte que venció la distancia y el tiempo. FIN
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