viernes, 15 de agosto de 2014

AMORES SICILIANOS -Cuento

Eduardo F. Bianchi
Primer premio categoría “Galardón de Oro”.
Club de Leones Liniers Concurso “Historias de Inmigrantes” junio de 2011
 .
La fiesta de fin de año llegaba a su apogeo. 1929 moría. En pocas horas, la nueva década llegaría con promesas de grandes avances en todas las ciencias. La medicina estudiaba nuevas drogas para combatir las infecciones, las transmisiones telegráficas sin cable y las radiales infundían renovados bríos a las comunicaciones, se incentivaba la fantasía de los pintores futuristas con tantas novedades, los rascacielos, los automóviles, los escritores socialistas y anarquistas ardían con las nuevas ideas sociales, los gigantescos transatlánticos, los zeppelines acercaban los mundos, los aeroplanos eran realidades que día a día traían progreso y velocidad en los viajes; todo esto era motivo de ardorosos debates entre los jóvenes del bachillerato de la escuela Del Santo Nombre de Dios, en Messina, Sicilia. No obstante, Margherita, hermosísima hija de don Vitto Musante no participaba de ellos. Desde un rincón del salón sus negros y profundos ojos seguían la varonil figura de Totonno, el hijo mayor de don Benedicto Zingale.  Totonno, visiblemente turbado por el acechar felino de Margherita, distraía su atención como si le interesaran las molduras de yeso del techo. No obstante no pudo impedir que en un momento se cruzaran sus miradas. Totonno sonrió tímidamente. Fueron segundos manteniéndose las miradas, pero suficientes para crear un mundo de interrogantes amorosos. No tardaron en estar uno frente al otro.  Totonno, en un hilo de voz, producto de su emoción le dijo, comiéndola con los ojos
 - ¿La puedo invitar a tomar un refresco mañana a la tarde?
Margherita, normalmente tímida, acercó su cara a la de Totonno. Fue un momento hermoso y sugestivo. A punto estuvieron de besarse. Ella, con un hilo de voz y el rubor adornando su bella cara, le dijo…
-Encantada, mañana a las 17 horas nos vemos en el atrio del templo.-  
Al día siguiente, ambos con signos de haber dormido poco, se encontraron a la hora establecida y pasearon por los jardines del parque próximo. Margherita le dijo a Totonno que su madre estaba enterada de esa cita y que la había aprobado. Totonno estaba loco de contento y, por qué no, enamorado hasta los huesos. Pasearon tomados de la mano y finalmente se despidieron al abrigo de unos arbustos. Anhelantes, Margherita y Totonno sellaron su amor dándose los besos mas prolongados y profundos. Sin duda era un amor que estaba destinado a perdurar. No obstante, así es la vida, algo vino a perturbar el futuro de ese amor. La vida suele ser cruel. Pocos días después, y como consecuencia de una amenaza de vendetta, los Zingale se vieron obligados a irse de Sicilia con rumbo desconocido. Margherita y Totonno, encontrándose por última vez, lloraron desconsoladamente y se prometieron amor eterno. Totonno tomando su cortaplumas cortó la yema del dedo pulgar e hizo lo mismo con el de Margherita. Juntando ambos mezclaron su sangre y mancharon también sus labios con sangre para sellar con un beso la promesa. Fue un largo beso, …como para detener el tiempo…con un pacto de sangre.
Los primeros meses no hubo contacto entre los enamorados, pues se exponían a que la mafia se enterara del nuevo destino. Luego Totonno envió la primer carta bajo el nombre de un pariente que poseía una casilla postal. Margherita, mas enamorada que nunca contestó inmediatamente la carta y agregó pétalos de las rosas que crecían en la terraza de su casa y que tanto le gustaban a Totonno. Poco tiempo después, don Vitto, en un extraño episodio que hacía sospechar una vendetta, murió.  Doña Rossa no lo soportó y dos meses mas tarde también falleció. Margherita quedó sola en la casona. Su hermana estaba casada y tenía su casa en otra ciudad. Entonces su tía, la hermana de Rossa se la llevó consigo para que no viviera sola. En la nueva casa, ocupó un cuarto diminuto y sombrío con una única ventana elevada. Allí los días pasaban como si se hubiera tendido un manto espeso sobre el cielo y no apareciera mas el sol. Margherita se iba deprimiendo día a día. No tenía noticias de Totonno desde hacía mucho tiempo por cuanto él había interrumpido el diálogo epistolar, por miedo a que la mafia lo detectara. Así pasaron ocho años. Aires de guerra presagiaban tiempos difíciles para Italia. La tía de Margherita, preocupada por los graves sucesos, temía que la edad de ella, 23 años fuera un inconveniente para conseguir novio y casarse, a fin de que si algo le sucedía a ella quedara protegida. Por eso para pedir consejo habló con un sacerdote amigo. Sin ambages le contó del asedio del hijo del capo mafia de Messina. Juntos llegaron a la conclusión de que era mejor que dejara el país y para eso debía casarse con alguien que viviera en América. El cura tenía varios interesantes. Pero de los posible candidatos el mas interesado en tener una esposa italiana era Fabrizio Lucatti, de la misma edad de Margherita. Mandó una foto poco clara. Lo que si estaba suficientemente claro era su deseo de casarse pronto pues envió un pasaje en primera clase para Margherita y dinero para gastos, ajuar, etc. Margherita, hasta ese momento al margen de todo, fue enterada por su tía. Tuvo un momento de desesperación al enterarse de todo lo tramado y se puso a llorar desconsoladamente. La tía, para calmarle le explicó que si el país entraba en guerra, su soltería quedaría muy expuesta. Pero esto del casamiento era una aventura desesperada que no sabía como iba a terminar. El máximo problema era su amor por Totonno. Sin que su tía lo supiera, envió una carta al enamorado Fabrizio Lucatti, hablándole de su amor por Totonno. Al poco tiempo recibió una carta en respuesta urgente. Fabrizio le decía que eso no le importaba y que sabría comprenderla si lo rechazaba cuando llegara el momento de conocerse. Las palabras eran convincentes y denotaban un buen corazón. Margherita lo pensó y convencida favorablemente, una semana después estaba sobre el barco. El viaje fue muy placentero, el transatlántico era de primera línea y la atendieron magníficamente. Después de navegar mucho llegó a Buenos Aires. El novio no fue a esperarla al puerto. Un chofer le informó que estaba reponiéndose de una gripe y que le pedía disculpas. Luego la llevo a una casona hermosa en un barrio residencial. Algunos sirvientes se adelantaron para atenderla y la instalaron en una habitación soleada que daba a un jardín. Al día siguiente trajeron el desayuno junto con un ramo de rosas rojas iguales a las que ella cultivaba en Italia. Las acompañaba una tarjeta que decía…”Para la mujer mas hermosa de Messina” FL.  PD: Espero ponerme bien pronto. Dos días después otra tarjeta decía…”Hoy nos conoceremos en la cena, salvo el personal que nos sirva, estaremos los dos solos para decidir nuestros destinos”. Con el mayor de los respetos y un profundo amor…FL.

Esa noche, un hermoso traje comprado especialmente y zapatos italianos la esperaban sobre la cama en la habitación contigüa al baño. Se puso ambos. Luego dos mucamas la peinaron y maquillaron como una reina. Cuando pasó al comedor, encontró una enorme y hermosísima sala repleta de rosas rojas. Sentado en la cabecera de la mesa había un hombre muy elegantemente vestido. Al verla se levantó y fue hacia ella. Margherita quedó demudada. El hombre era Totonno, su Totonno. Se abrazaron y besaron incansablemente. Tanto sigilo le dijo Totonno era para que no se enterara el capo mafioso de Messina. El sabía de su asedio amoroso hacia Margherita. Se quedaron horas haciendo planes y bendiciendo a esta tierra generosa que los había acogido y donde sin duda fundarían un hogar fructífero al amparo de un amor fuerte que venció la distancia y el tiempo. FIN 


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